Intentar que vivan experiencias positivas y guarden recuerdos agradables de su infancia es la mejor manera de asegurarnos que tengan una etapa adulta plena y feliz.
Nuestro cerebro está en continuo desarrollo desde el día que nacemos, al igual que la memoria, que va evolucionando a medida que crecemos.
En cambio, no podemos hablar del concepto de memoria tal y como lo conocemos hasta que los niños no tienen tres años.
CÓMO EVOLUCIONA LA MEMORIA
La mayoría de las personas definen el concepto memoria como los recuerdos que tenemos del pasado. Sin embargo, esta explicación no es precisa, porque en realidad este término hace referencia al modo en que los acontecimientos pasados influyen sobre el futuro y nos permiten aprender y avanzar, tanto si los recordamos como si no.
Se dice que los bebés no tienen memoria hasta cumplir los dos años , pues nadie recuerda nada de esta etapa de su vida; aunque no es cierto al cien por cien. Si los bebés no tuvieran ningún tipo de memoria, no podrían aprender ni avanzar.
En general, se distinguen dos categorías diferentes de memoria:
- La explícita o declarativa, que es aquella a la que accedemos de manera consciente. Por ejemplo, si alguien me pide que le diga las letras del abecedario, yo accedo de forma consciente y voluntaria a ese recuerdo y se lo digo.
- La memoria implícita o no declarativa, que no necesita que haya un procesamiento consciente para recuperar ese recuerdo.
ENTRE LOS 0 Y LOS 2 AÑOS
Gracias a los estudios actuales y a la neurociencia, sabemos que los bebés de tres meses son capaces de guardar información visual durante 10 segundos y que hacia los cinco meses reconocen y distinguen las caras de la gente conocida.
Además, al cumplir los nueve meses, más o menos, se asustan si algo les inquieta y volverán a reaccionar igual que la primera vez cada vez que se encuentren con eso que tanto les ha asustado.
Todas las experiencias tanto positivas como negativas dejan una huella en nuestro cerebro infantil, a la que no podemos acceder de forma consciente y voluntaria. Pero permanece allí y por eso es tan importante evitar que los niños tengan experiencias negativas antes de los tres años.
El cerebro de los bebés tiene muchas neuronas y pocas conexiones. La experiencia de lo que vivan hará que se conecten unas y no otras. Es la forma que tienen de aprender cuándo todavía no han desarrollado la memoria explícita (la que conocemos como memoria).
Si las experiencias que viven nuestros hijos son de felicidad y optimismo, lo más seguro es que reaccionen con felicidad y con optimismo ante las situaciones que se le presenten en la vida. En cambio, si lo que se ha grabado en su mente desde pequeños es tristeza o incomprensión, de mayores afrontarán con pesimismo los contratiempos que les surjan.
A PARTIR DE LOS 2 AÑOS
El lóbulo temporal es la parte del cerebro encargada de la audición, del equilibrio y de ayudar a regular emociones como la ansiedad, la ira y el placer.
Formando parte de su estructura se encuentra el lóbulo temporal medial que, junto al córtex orbitofrontal (manto de sustancia gris que recubre el cerebro y nos permite razonar), irá madurando hasta proveer a los bebés de memoria explícita.
Esta es la que les permitirá recordar conscientemente sus experiencias en una secuencia, para así poder explicarlas y acceder a ellas siempre que lo necesiten.
Evidentemente este proceso requiere un tiempo, por lo que será totalmente normal que nuestros hijos memoricen ciertos aspectos con rapidez, pero otros no. No intentan tomarnos el pelo, simplemente se está formando su memoria y esto no tiene lugar de un día para otro.
RECUERDOS Y APRENDIZAJE
¿Se recuerda todo por igual? Por supuesto que no. Lo que es emocionalmente más significativo para un individuo se recuerda con más frecuencia e intensidadque lo que no va asociado a ninguna emoción.
Este mecanismo que tiene nuestro cerebro para seleccionar la intensidad del recuerdo también influye en el aprendizaje. Seguro que todos recordamos más lo aprendido con amor y motivación que aquello que nos explicaron de manera aburrida o neutra.
QUÉ DEBEMOS EVITAR
El estrés afecta a la memoria, tanto a la de los niños como a la de los adultos. Por lo tanto, debemos evitar las siguientes situaciones, si deseamos favorecer el desarrollo adecuado de la memoria de nuestro hijo.
- De los 0 a los 3 años, le afecta especialmente: no tener cubiertas las necesidades básicas (pasar hambre, no ser consolado, tener poco contacto físico con sus padres...), que no se haya establecido el vínculo con un cuidador y el exceso de estímulos.
- De los 4 a los 6 años, le perjudica: además de todo lo anterior, no sentirse comprendido en lo que hace o en lo que dice. El niño es capaz de interpretar la comunicación no verbal de los adultos y sabe cuándo intentamos engañarlo. A pesar de que le digamos verbalmente una cosa, sabe por nuestros gestos cuándo es cierta y cuándo no lo es.
- De los 7 a los 12 años, le sigue afectando lo que ya hemos comentado, pero también el no sentirse aceptado por el grupo de iguales y por sus padres.
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