El mejor método para enseñar el orden a los pequeños es a través del
juego. Estimular su cerebro a edades muy tempranas mediante este método será la
mejor opción para que adquieran buenos hábitos el resto de su vida.
El mejor modo que tienen los niños de
aprender el orden es por medio de un buen
modelo. Es por esto que la primera tarea como padres es analizar nuestra capacidad de orden y el que viven
nuestros hijos en nuestro hogar. No podemos pedirles algo que no les estamos
dando, ni exigir algo que nosotros no hacemos. Así que, antes de nada debemos
esforzarnos nosotros por ser ordenados y que vean el orden en nosotros.
A pesar de lo que muchos padres puedan pensar, el mejor momento para
trabajar es cuando aún son pequeños ya que éste es el momento en el que
su cerebro está más preparado para ser
moldeado y desarrollar un orden cognitivo que se manifestará posteriormente en
sus acciones. De ahí la gran importancia de trabajarlo a tiempo y de no dejarlo
en manos del día a día o destino.
Debemos plantear el orden
cómo un juego. El juego, inicialmente, debe consistir
en poner cada cosa en su sitio y tener un sitio para cada cosa. Cadenas de
sucesos: acciones repetidas, constantes y sistemáticas, con un orden prefijado.
Para que logren mejor el objetivo debemos facilitarles la posibilidad de
ordenar por medio de cajas donde puedan dejar los juguetes o sus cosas, que estén a su
altura, lo puedan manipular, no tengan peligro porque se puedan romper y hacer
daño… También debemos dejarles cierta libertad para qué decidan cómo
quieren ordenar.
Esto les ayudará a establecer sus propios
criterios y así ayudaremos a desarrollar su razonamiento. Para asegurarnos de que esos criterios tienen
cierta lógica o son adecuados será conveniente preguntarles cuáles son las
razones por las que ha decidido ordenar las cosas de ese modo y dialogar sobre ello. Una vez que
vayan logrando con éxito la primera parte del juego: dejar cada cosa en su
sitio, podremos complicarlo pidiéndoles y enseñándoles el cuidado de las
cosas. El orden no sólo es dejar las
cosas en su sitio sino que además hay que dejarlas bien y cuidarlas para que
duren. Las cosas tienen un valor y deben aprender cuál es ese valor.
Una vez que aprenden a hacer un buen uso de
sus objetos y de manera ordenada podemos tratar de crear un
orden en el hogar. Para ello, tendremos que participar todos
los miembros de la familia. El mejor modo de lograrlo es por medio de un reparto de tareas que se convertirán en la responsabilidad de cada
uno. Estas tareas tendrán que ser acordes a la edad de cada miembro de la
familia y, en la medida de lo posible, especialmente al principio, les tienen
que resultar motivadoras y de fácil cumplimiento para que el propio éxito les
anime a continuar con ellas. Cuando hayan logrado las tareas tendremos que
asignarles otras nuevas para que cada vez sean más las situaciones que ellos
dominen y en las que el orden sea un hábito.
Estableciendo el hábito del orden desde muy pequeños en nuestros hijos lograremos hacerles personas internamente ordenadas.
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